La presentación ayer del nuevo
Renault Clio supone un punto y aparte para Renault, una prueba de fuego que es imperativo superar. ¿Por qué? Porque es en ese sector del segmento medio donde se ponen a prueba los nuevos diseños adaptados por la casa del rombo con la llegada del nuevo diseñador jefe; porque es ahí, en un segmento donde se dan los mayores números de ventas en Europa, donde se podrá ver si ese nuevo diseño y esa nueva corriente tendrá futuro. Además, porque no hay vuelta atrás: la introducción de las nuevas tecnologías (como la downsizing) y la inversión que se ha llevado éste nuevo Clio hace que sea de capital importancia que tenga éxito. Sino el revés para Renault será tremendo. A todo eso se une ahora, encima, la crisis económica (que en Francia también afecta, menos, pero afecta), en donde van a tener que apoyarse en los desarrollos que estrena éste Clio quieran o no, de cara al futuro. Y partir hacia el futuro con un proyecto que puede ser una debacle en el mercado no sería nada bueno. Encima, las pocas ventas de coches, en general, en Europa (también producto de la crisis), hace que si presentas un modelo atractivo y competitivo puedas apoyarte en él con fuerza para que sobreviva tu industria, pero si, frente a los japoneses, coreanos y a los demás europeos, tu proyecto no se sostiene, puedes acabar en la ruina.
Renault lo sabe muy bien, y ha apostado fuerte por él. Introduce una caja de cambios automática en el segmento de los compactos, para competir con los Volkswagen, Audi y BMW. Nuevos motores (algunos aún sin homologación, no lo estarán hasta el año próximo, lo que da una idea de la ingente cantidad de recursos que emplean y lo importante que es el nuevo Clio), y tecnología como la GSI indicadora de cambios, además de seguir potenciando su línea "verde" Eco2.