Es muy fácil hacer ahora leña del árbol caído (Volkswagen, en este caso), pero poco a poco van apareciendo datos y confirmándose noticias que nos ponen los pelos de punta en el caso "volkswagengate", y que nos descubren que la estafa con la que se ocultaban las cifras de contaminación de los coches va más allá de lo que en un primer momento nos podíamos imaginar, y es más grave (y se extiende a más partes de la industria) que lo que se suponía.
Ahora se sabe que ya desde el año 2011 la Unión Europea conocía la existencia de los chips y software fraudulento, y que no hizo nada por evitarlo, probablemente para no dañar una de las industrias que es uno de los principales motores económicos europeos. En ese año, el Join Research Center, de la CE, redactó dos informes con pruebas explicando el desequilibrio entre las cifras de contaminación que arrojaban los motores de algunos coches, respecto a sus cifras en carretera.