Conducir un coche en verano puede convertirse en un infierno debido a las altas temperaturas que se alcanzan en su interior. La temperatura recomendada para conducir se sitúa entre los 19 y los 24 grados, por encima se produce somnolencia y fatiga y, por tanto, aumenta el riesgo de sufrir un accidente.
El calor del motor, la tapicería, la ventilación interior, el número de ocupantes y el color de la carrocería son factores que influyen en la temperatura del habitáculo. Se calcula que en el interior de un vehículo se pueden alcanzar hasta 15ºC más de temperatura que en el exterior, lo que repercute negativamente en la capacidad de concentración y de reacción del conductor.