Aunque parezca irónico, los coches más veloces del mundo no equipan un parabrisas que para proteger al conductor, cuando en nuestros vehículos de calle no concebiríamos conducir sin él. Los motivos son diversos, pero no cabe duda de que la seguridad de los pilotos aumentaría si sus monoplazas llevaran un parabrisas que protegiera su cabeza y mejorase su visión.
Desde sus inicios, en la Fórmula 1 siempre han competido coches monoplaza y abiertos, quedando los automóviles "cerrados" (con techo y parabrisas) para otras categorías. Bajo esta configuración, la protección de la cabeza del piloto se confía a un casco y a otros elementos del chasis y la carrocería; y su ventilación, al libre paso del aire.