¿A dónde se van las virutas de goma? (O la increíble manera de contaminar en la Fórmula 1)


Sé que a muchos de nuestros lectores ésto no les va a gustar. Soy consciente, asimismo, de que muchas personas preferirían que les cortaran una mano a dejar de ver la Fórmula 1 o un campeonato de motor. Pero vaya por delante que no es nada contra ese deporte: a mí también me gusta la Fórmula 1, y también me gusta el mundo del motor (por algo participo en blogs de motor y llevo muchos años dedicado a ésto), y también me gusta la velocidad. Pero, dicho eso, también me gustan los paisajes limpios, las aguas claras y la fauna y la flora salvaje. No voy a culpar a la Fórmula 1 de todos los males, no voy a ser tan demagogo, pero sí que tiene una gran culpa de todo ello, no sólo por la forma de funcionar ésa disciplina, sino porque es un gran escaparate en el que se miran muchísimos conductores (y muchísimos niños y futuros conductores), los cuales reciben, a mi humilde entender, muchos mensajes equivocados.

Empezando por algo básico: no es muy lógico que a todos nosotros, como conductores, se nos acribille a impuestos hasta las cejas dependiendo de las potencias de nuestros coches, de su consumo y emisiones, e incluso para entrar en algunas partes de la ciudad tengamos todavía más aún que pagar en forma de nuevos impuestos por "ensuciar" a pesar de nuestros escapes súper-mega-catalizados y a pesar de nuestras válvulas EGR, mientras que otras competiciones del motor se salten a la torera toda la normativa de todos los países que visitan y puedan, bajo sus propias normas, contaminar hasta donde "les salga de las narices" o les apetezca en su ingenio. Las imágenes de ayer en el Gran Premio de Singapur, viendo cómo el coche de Pastor Maldonado o el de Pedro de la Rosa soltaban auténticas humaredas de polvo de carbono, bañando de dicha porquería a mecánicos y a todo el público presente (el cual, como en una grotesca orgía, aplaudía y bebía en inhalaciones de borrachera ese humo cargado hasta los topes de elementos cancerígenos), fueron sólo una parte de todo lo que ése espectáculo denigra a la naturaleza y, por ende, al género humano.



Ni qué decir tiene que esas auténticas humaredas de polvo de carbono no serían permitidas ni en las fábricas menos avanzadas del planeta, y seguramente todos esos señores y señoras que ayer se tragaron todo eso a bocanadas, si te vieran por la calle un día cualquiera echando el mínimo humo por el escape (o fumando un cigarrillo a su lado) pondrían el grito en el cielo.

Otro de los aspectos más significativos en Singapur es la iluminación. A los "entendidos" en Fórmula 1 se les llena la boca de expresiones como que la iluminación es semejante a no se cuantos cientos de campos de fútbol, o que consume no se cuantos millones de voltios (supera los 3 millones de vatios). No se habla del impacto que tiene todo ello en el medio ambiente, no sólo en la construcción y fabricación de todo ese entramado en sí, sino en la generación de semejante caudal de electricidad.


¿Y si hablamos de las "virutas de goma", las famosas "marbles"? La llegada de Pirelli hizo famosas a estas minúsculas "pelotitas", que van soltando durante kilómetros y kilómetros los neumáticos de los monoplazas sobre la pista, y que nadie se encarga luego de recoger, ni reciclar, ni tratar. Directamente las dejan, riegan el asfalto, y que se las arreglen "los demás" con ellas. ¿No debería invertirse al menos, y digo al menos, el mismo dinero en evolución de los coches, como en el tratamiento de sus emisiones y de lo que contaminan? Porque si fuera así otro gallo nos cantaría. Las marbles, una especie de "canicas" de goma con un peso de unos 10 a 20 gramos, se van a la cadena alimenticia, los peces y las aves se las comen y luego mueren de una forma atroz, envenenados por su estómagos hinchados de ellas. Pero a nadie le importa, qué mas da. Eso nadie lo ve, y mientras haya desenfreno, locura y champán, ¡que siga la fiesta!

¿Alguien quiere mencionar ahora las emisiones? Un monoplaza de Fórmula 1 no tiene sistema alguno antipolución, va, simplemente, "a escape libre". Cada coche consume en una carrera (sin contar sesiones de calificación, entrenamientos libres, etc. etc.) el equivalente a lo que consume un utilitario en 60 semanas. Esto hace un total de 1080 semanas de consumo "normal", o, lo que es lo mismo: con lo que consumen los Fórmula 1, un conductor normal podría hace funcionar su coche en un trayecto medio ¡durante 20 años! Y si fuera sólo consumo... no hay cifras oficiales de CO2, porque los fabricantes de motores son bastante reaciones a darlas, mucho menos de emisiones de los peligrosísimos compuestos NOx, pero son poco menos que escalofriantes: monstruosas.


Por supuesto, todo ello descontando lubricantes y aceites (malgastados o directamente infrautilizados), agua (agua totalmente potable, utilizada con ingentes cantidades de detergente durante varias veces al día, sin tratar y directamente arrojada al sistema de alcantarillado, para lavar varias veces el coche, piezas, llantas...). Mientras cientos de miles de personas se mueren al año por no tener agua potable, en otras partes del mundo se gastan miles de millones de dólares en viajes en la Fórmula 1 para transportar todo el entramado que mueve y se desperdician millones de litros de agua apta para el consumo.

¿Y todo eso, para qué? ¿Para darle más bombo y brillo a los multimillonarios que se pasean por el paddock, a Ecclestone? ¿Toda esa ingente cantidad de suciedad y aniquilación del planeta, simplemente para entretener a un puñado de ricachones que tienen en la Fórmula 1 su entretenimiento pasajero entre viaje y viaje de sus jets privados? Es inaudito. Ver a gente sentada aplaudiendo y contemplando cómo se aniquilan miles y miles de vidas (humanas o no) por el simple hecho de entretener a cuatro pudientes, como si se tratara del circo romano, es muy penoso.


Y ahora cabe preguntarse: en el momento actual, con la cantidad de millones de seres humanos necesitados y según está el ecosistema del planeta, ¿algo así tiene cabida? ¿O es que, realmente, hemos llegado a un punto tan penoso en la especie humana, que ya a nadie le importa nada? Cuando estés disfrutando de uno de estos espectáculos en tu televisor, plantéatelo.

| Redacción: Scott Hebron para Revista Coche

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