Multas abusivas y absurdas (como la que ha sufrido Francisco Javier López Guijarro por separar su espalda del asiento, y ni siquiera iba conduciendo), estrés, gastos que se elevan cada vez más en el mantenimiento del coche (seguros, impuestos, gasolina...) son algunas de las causas que hacen que cada vez haya menos gente que disfrute al volante. De hecho para muchos conducir ya supone un suplicio.
Muchos de los conductores toman el coche por obligación, y reconocen que no tienen otro remedio por la falta de transporte público adecuado. Para ellos el transporte público no es una opción. "El transporte público se ha quedado obsoleto en horarios, de manera que ya no se adapta a la mayoría de las personas que trabajan, lo que les obliga a tener que desplazarse en coche".
A esto se une el cierre de líneas, tanto ferroviarias como de autobuses, por la crisis. "La mayoría del transporte público, exceptuando el metro en las grandes ciudades, tiene unos horarios totalmente descompensados", asegura Luis, un experto en logística, "eso hace que solamente puedan hacer uso de sus servicios los jubilados, algunos estudiantes o esporádicamente los desempleados, lo cual lleva irremediablemente a que sea un medio de transporte deficitario y que no genere beneficios".
Muchas personas que conducen reconocen que, si pudieran, dejarían caducar su carné. Para ellos ponerse tras el volante es una experiencia muy ingrata, lo que genera también inseguridad en la carretera y peligros para el resto de conductores.
Una alternativa para la movilidad de muchas de estas personas es la bicicleta, pero la falta de carriles destinados a usarlas y la inseguridad de su uso les hace desechar esta idea: "a la hora de diseñar una vía", nos cuenta Luis, sólo se tiene en cuenta el coste y las vías de acceso y servicio a la población. Debería procurarse una mayor atención a otros usuarios de la carretera, como son los ciclistas y los peatones. La gran mayoria de vías rápidas que se han abierto en los últimos veinte años han sido diseñadas desde un punto de vista muy limitado, pensando sólo en el coche y eliminando en muchos casos trazados alternativos desde un núcleo habitado al otro. Esto ha hecho que en un gran número de lugares los ciudadanos no puedan desplazarse a otro núcleo vecino a pie, y tampoco puedan usar las vías rápidas porque en ellas están prohibidas las bicicletas".
Para Luis los retos a los que se enfrenta la sociedad de los países occidentales obliga a un cambio de mentalidad: "ya no se puede pensar como si el coche fuera el dueño de la vía y su único usuario, deben crearse zonas aledañas o paralelas para su uso con medios de desplazamiento más limpios como la bicicleta, eso fomentaría su uso y ganaríamos todos, tanto en seguridad como en una disminución de las emisiones". Sin embargo también reconoce que esto está muy lejos de hacerse una realidad: "los grandes beneficios que les generan a los ayuntamientos y al Gobierno el automóvil, en forma de tasas, e impuestos secundarios como multas, hace que desde las Administraciones sean reticentes a apostar por alternativas o a realizar cambios en los proyectos urbanos y en las vías de comunicación interurbanas. Lo mismo ha ocurrido con el tabaco: mientras los beneficios que les daba vía impuestos directos e indirectos eran descomunales, su uso no se prohibía, incluso se favorecía. Pero en cuanto estudios médicos desvelaron que el gasto sanitario que generaban los enfermos por causas directas del tabaco era mucho mayor que el beneficio económico que se obtenía con su venta, enseguida se promulgaron leyes para prohibir su consumo. Con el coche ocurrirá lo mismo: mientras no haya estudios que aseguren que las víctimas y heridos de los accidentes y de la polución le suponen al sistema público de salud un gasto mayor que el favorecimiento del uso masivo del coche, las cosas no cambiarán y se seguirán diseñando y construyendo carreteras de forma obsoleta y anticuada".
| Redacción: Revista Coche
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