Europa necesita cerrar 20 fábricas de coches


Durante el Salón de París (que os contamos aquí de forma abundante y que se está celebrando estos días) quedó bastante patente una cosa: la crisis que rodea al sector de la automoción. Pocas veces París reunió a tan pocos concepts; se acabaron aquéllos tiempos de los prototipos espectaculares, y apenas un puñado de ellos llegaron a París. Renault, una casa francesa, ni siquiera presentó uno. Ni qué hablar de Fiat y su ejército de marcas (Chrysler, Lancia, Alfa... etc. etc. etc.). Y quedó patente otra cosa: que las marcas coreanas y orientales cada vez están pegando más y más fuerte.

Pero allí, en París, a falta de concepts y grandes lanzamientos, se habla de otra cosa: cierres y despidos masivos en Europa. Paradójicamente, Peugeot fue de las pocas que presentó un coche espectacular: el Onyx. Pero ahí se acabaron sus energías. Incluso la propia Peugeot intentó que el Onyx pasara como de puntillas. ¿Dónde quedaron aquellos enormes lanzamientos, como el RCZ de Frankfurt, en donde Peugeot nos "acribillaba" a los medios de comunicación día sí y día también, con ingentes cantidades de vídeos, fotos e información? En esta ocasión casi nada. Silencio absoluto. Se da por sentado (y es un secreto a voces) que el Onyx es algo así como el último suspiro de la bestia antes de perecer. Un modelo que jamás llegará a producción.



Toda la industria en Europa pasa por enormes problemas. Según los analistas, en Europa hay que bajar por lo menos en 5 millones su capacidad de producción. Y eso "tirando por lo bajo". Eso supone el cierre de unas 20 plantas de fabricación: 10 de motores, y 10 de ensamblaje. Pero también se tendrían que cerrar plantas de transmisión, treinta centros de estampado... ¿seguimos?... Pasado a personas, supone echar a la calle a, por lo menos, 115.000 personas.

De momento nada de eso ha pasado, mientras la industria sigue asumiendo más y más pérdidas, lo mismo que ocurría con los bancos hace pocos años, que no podían asumir el suelo ni los inmuebles vendidos. O malvendidos. Por eso, cada día que pasa, más dinero pierde la industria del motor en Europa, y más necesita de ayudas públicas y subvenciones para sobrevivir.

¿Qué ocurrirá? Sólo pueden ocurrir dos cosas, y se entiende fácilmente: una, que "el cielo escampe" y que se recupere el poder adquisitivo y las exportaciones se hagan más fuertes. La otra, que llegue un momento en que las pérdidas sean tales, que se entre en bancarrota. No sería la primera vez: hace pocos años le ocurrió a GM, a Daimler, a Chrysler... Eso hizo que se llevara por delante marcas míticas como Saab (mal vendida en trozos a acreedores, a día de hoy) o Chrysler (convertida en un sucedáneo de modelos de la Fiat).


Las marcas que apuntan todos los analistas como probables a desaparecer son Opel, y Peugeot. Serían las primeras en caer. Pero Carlos Ghosn ya advirtió hace pocos días que Renault sería probablemente la siguiente. ¿Y tras de ellas? Tras de ellas, el efecto dominó sería de tal magnitud que nos podríamos esperar cualquier cosa, ya que entraríamos en "terreno desconocido". ¿Cual es la solución? Antiguamente esto se solucionaba a costa del consumidor: productos más endebles que se necesitan reparar más a menudo o sustituir, más recambios, más pasos por los talleres... Pero a día de hoy ni eso ha funcionado: los motores están al límite, por una parte exprimidos por las leyes anti-contaminación, y, por la otra, exprimidos por la mínima duración posible, un aprobado "raspado" en fiabilidad. Marcas como SIMCA lo saben muy bien: la francesa desapareció del mapa porque sus motores eran incombustibles. Y, sin piezas que sustituir y con una Chrysler agónica, Peugeot la "ventiló" del mapa de un suspiro. De hecho, lo primero que se quitaron de delante los de Peugeot fueron los motores SIMCA. Eso no les interesaba. Paradójicamente, ahora a ellos les va a ocurrir lo mismo. Otro ejemplo de esto es Nissan y su mítico modelo Patrol. Cuando se dieron cuenta los japoneses que aquéllos motores diésel con transmisión por engranajes no fallaban nunca y los estaban llevando al desastre porque no se averiaba ninguno, "cortaron el grifo" desesperadamente lanzando una nueva versión que fuera más "endeble". Lógicamente, de esto se habla poco, porque a los medios del motor no les interesa, ya que no venderían publicidad, ni las marcas les tendrían en cuenta si publicaran determinadas cosas que deberían quedarse "de puertas para adentro", ni les cederían coches para probar... Por fortuna, en Revista Coche no dependemos de nadie, y por eso precisamente aquí podemos contarlo.

Mientras tanto, millones de trabajadores en Europa están en la cuerda floja. Renault y Peugeot le piden dinero a manos llenas al gobierno francés. No es que hayan invertido erróneamente el que les dieron (Renault desarrolló sus modelos eléctricos, y Peugeot intentó hacer lo mismo con acuerdos con marcas como Mitsubishi mientras desarrollaba su propia tecnología híbrida), el problema, el auténtico problema que muchos no quieren que veas, es que todo se fabrica en China a cambio de un sueldo mísero, contaminando en el aire y los ríos lo que les da la gana sin pagar ni un céntimo por ello, y, mientras, los productos se venden aquí en Europa. Todo se reduce a que el ciudadano europeo se ha vuelto muy ávaro, prefiere pagar lo que sea más barato aunque esté hecho por trabajadores que no tienen derechos, y a eso se suma que apenas defiende lo suyo. Si exigiéramos (como en Rusia, donde lo hacen y les va muy bien) que cada compañía que vende en nuestro país tuviera que tener una factoría, al menos, aquí, eso como primer paso, "otro gallo nos cantaría". Las cosas empezarían a cambiar. Pero, ¿quién le pondrá el "cascabel al gato"? Mientras tanto, los supuestos "analistas" del motor y de la economía nos quieren hacer bailar con cantos de sirenas. Allá tu si te dejas embaucar.

| Redacción: Revista Coche

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