Hace unos días me llamó un amigo muy emocionado. Quería enseñarme el novísimo coche que se había comprado. Él, que siempre había conducido "tartanas" de lo más antiguas y destartaladas, estrenaba al fin un automóvil de gama media y de última generación. Increíble.
Quedamos para vernos y me encontré con un coche espectacular. No voy a citar marcas porque podría ser un modelo de cualquiera de los últimos y más sonados de las marcas de más renombre, dentro del panorama automovilístico español. Sólo diré que su precio estaba, por supuesto, muy acorde con lo que prometía la marca ofrecer.
Entramos y me encontré no con un coche, sino más bien con un electrodoméstico. Los aficionados a los vehículos clásicos les llaman muy acertadamente "lavadoras", algo que les va muy bien porque parecen ese tipo de electrodomésticos con sus instrucciones, su programa de lavado y su metódica sesión de aclarado.
Presidiendo la consola central, nada más acceder a su interior, uno se encontra con una enorme pantalla digital de pulgadas tan grandes que parece una tablet, anticipándonos ya por dónde van los tiros y qué es a lo que le prestaba más atención la marca y quien diseñó el automóvil. Como si el coche se manejara con el dedo, como un videojuego. Sin embargo, al sentarse suena una música rock que sólo se apaga manualmente. Me dice mi amigo que siempre es así, seguramente ni se ha leído el manual sobre cómo quitarla (probablemente porque el manual para manejarla sea tan tedioso como programar uno de aquellos antiguos lectores de vídeos). Así que allí suena siempre la misma música, aturdidoramente, cada vez que enciende el coche. No, no existe una cinta que extraer ni un botón de "off" clásico y "real", sino una pantalla digital que activa todas las funciones automáticamente al darle a la llave. Tu música incluida, aunque no te apetezca para nada escucharla.
Me habla del sistema star-stop, una genial idea pero que me confiesa que a la hora de la verdad "funciona cuando quiere". A veces se para el coche, a veces no. No sabes nunca muy bien cuándo tienes que darle "el pisotón" para arrancar. Miro hacia mi puerta. No hay ni seguro, ni pulsador de elevalunas, ni nada. El tirador está camuflado entre el diseño, me cuesta muchísimo reconocerlo. Todo es automático, "de última generación", me dice mi amigo. El pulsador inteligente de apertura de cristales detecta automáticamente cúando está el cristal elevado o bajado. Sin embargo, no reconoce bien las posiciones medias. Me da que era más inteligente el elevalunas de un 600.
Nos metemos en autopista. Mi amigo me quiere demostrar la enorme potencia del propulsor de su novísimo coche pero, al hacerlo, se enciende un espectáculo de sonidos brutal. Pitidos y bocinas desde todos lados advierten que está corriendo demasiado, que se detenga. Por no querer seguir soportando semejante algarabía, regresamos al carril de la derecha como conejitos asustados.
Nos detenemos al llegar a nuestro destino. Como es habitual, el aparcamiento está atestado de autos aparcados. Mi amigo tiene mucha destreza al volante, así que es capaz de aparcar justo en la distancia que ocupa su vehículo, pero éste comienza a lanzar su sistema de sensor y los pitidos se multiplican por todo el salpicadero de nuevo, haciendo que pierda concentración en la maniobra. Así es imposible aparcar bien. Me recuerda a las antiguas furgonetas de obra y sus pitidos de advertencia cuando ibas marcha atrás. A pesar de la comodidad del habitáculo comienzo a sentir claustrofobia, como si el coche estuviese poseído de un espíritu maligno. Quiero salir ya de allí, pero sorpresa, ¡no puedo! ¡La puerta no se abre!
Mi amigo me lo explica: el sistema de seguridad evita que abras la puerta. Es un sistema genial para niños, porque no permite que las puertas se desbloqueen sin estar el motor detenido totalmente, apagado, y la llave en una determinada posición. Me dan ganas de tirarme de los pelos. ¿Dónde quedó aquel sistema de palanquitas, en el cual si tenías niños les ponías tú el seguro y no les dejabas salir hasta que a ti te diera la gana, y no hasta que le diera la gana a un ordenador?
Pero estas son solo parte de las historias con esos coches: no puedes ponerlo en marcha si no tienes el cinturón de seguridad abrochado. No puedes abrir la puerta si no tienes pilas en el mando a distancia. No hay cerraduras, no hay clavijas, no hay pulsadores mecánicos ni botones "reales" y de verdad. Todo es ficticio, simulado, "virtual", "de mentirijilla". Todo es de mentirijilla, sí, como el propio coche. No puedes desactivarle el navegador, y llegará el día que si quieres ir a un sitio deberás pedirle permiso al coche. Son un bonito iPhone, un bonito smartwatch, un bonito cachivache... Para quien lo quiera.
| Redacción: RevistaCoche / RevistaCoche.blogspot.com
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