La hypertecnología y los coches que nos faltan

Scott Hebrón analiza en este artículo la irrupción cada vez más notoria de la tecnología en el automóvil, especialmente en navegadores y servicios de infoentretenimiento.


En los años sesenta Citroen, aún propiedad de Michelin, publicitaba sus coches basándose en la economía mecánica. Al disponer de motor refrigerado por aire, sus coches -decían- eran más sencillos de reparar y mantener. En su publicidad especificaban que "no tenían manguitos", ni radiador de qué preocuparse y todos esos añadidos que poseen los motores refrigerados con agua.

Eso desapareció en los ochenta con la llegada de PSA y de sus motores para sustituir a los clásicos Citroen de toda la vida, además del endurecimiento de las leyes medioambientales. Los motores de refrigeración por aire se quedaron casi exclusivamente para el mundo de las motos.




Ahora los coches cada vez poseen más tecnología, y ésta es más compleja. Antes podías "escaparte" a esta corriente tecnológica si adquirías versiones de gamas espartanas (por ejemplo, los Renault Supercinco en su gama Five, o los Renault 4), pero hoy en día ni eso. Incluso en los modelos más básicos muchas marcas se empeñan en incluir navegador integrado, como si ese extra no fuera un complemento que el cliente pudiera comprarse aparte. Antes adquirías un coche, y si su radiocasette se estropeaba podías montarle cualquier otro del fabricante que fuese. Hoy no. Hoy si tu navegador se estropea tienes que ir al taller oficial para que lo reparen o lo sustituyan por el mismo modelo, ya que otro no es compatible. Es escandaloso pero es así. Los fabricantes de automóviles se han unido a los fabricantes de productos electrónicos y éstos, a cambio de ofrecerles atractivos precios para integrar navegadores, quieren tener la exclusiva asegurándose que cuando compremos coches de determinada marca solo podamos tener en ellos navegadores de esa marca en concreto, y no de la marca de la competencia.

Teniendo en cuenta lo sensibles que son los displays LCD, y la necesidad imperiosa de actualizar el navegador cada poco tiempo, la posibilidad de que dicho componente electrónico no nos dure lo que nos va a durar el coche es muy alta.


Pero la irrupción de la tecnología no termina ahí. En el CES hemos visto buenas muestras de hasta qué punto la tecnología va a formar parte intrínseca de los coches del futuro, con los ejemplos del Mercedes-Benz F 015 "Luxury in Motion" y del Audi A7 pilotado. En ellos los componentes electrónicos no son modulares (como antiguamente), en donde cualquiera podía quitar una radio y ponerle otra del fabricante que le apeteciera, ni estaban integrados en el propio salpicadero (como ahora, en donde necesitamos un determinado dispositivo específico si queremos sustituir el original), sino que son ya el mismo coche. La electrónica, el navegador, es el coche, y el fabricante del auto principalmente hace el motor, chasis, y se encarga de ensamblar las diferentes piezas, producidas por otras marcas de aquí y de allá. El concepto de coche "a la antigua" ya no existe en ese caso.


Lo más peligroso de esto es que el fabricante del coche deja en manos de terceras marcas su fiabilidad, su confianza y su reputación. Y eso es altamente dañino (o puede llegar a serlo). Pongamos por caso Audi. Audi es para mí una de las mejores marcas de automóviles, al menos a día de hoy, y es una de las más fiables. Sin embargo ahora han decidido formar pareja con la que es -por muchas razones y muchas experiencias propias- la peor marca tecnológica de componentes informáticos del mundo, y con diferencia: Nvidia. Esta marca -Nvidia- hace unos productos desastrosos, penosos y con una calidad pésima. Además, con un software y firmware cargado de errores ("bugs"). Pues bien, que Audi se una a Nvidia e integre sus dispositivos en sus coches ¿qué traerá como consecuencia? Que los coches de Audi, con una calidad tan asombrosa hoy en día, acaben convertidos en un desastre tecnológico por el mal hacer de Nvidia. Obviamente si ambas marcas han llegado a un acuerdo por algo será, probablemente Nvidia le haya hecho una sugerente oferta de rebaja de sus productos, o porque se llevan bien, o porque tienen una jefa de marketing muy guapa y el representante de Audi se ha visto engatusado por ella (que también puede pasar, en el mundo de los negocios esas cosas se dan con frecuencia). Por lo que sea. Pero tal es así que esa alianza puede acabar arruinando, desgraciadamente, la reputación de Audi.

Y es que cuando el cliente ha tenido muy malas experiencias con un fabricante de tecnología, extrañamente vuelva a repetir. Y en este caso yo, por ejemplo, por mucho que me guste Audi, si sé que en su interior lleva chips de Nvidia, y tras conocer las fatalidades del hardware y software de Nvidia no me haría falta nada más para juzgarlo: no me compraría el Audi. Y así seguramente harán muchísimos otros consumidores.


Soy consciente de que la unión de tecnología y automóvil ha dado muy buenos resultados, ha hechos coches más limpios, económicos y seguros. Y soy un defensor nato de los coches autopilotados con inteligencia artificial (creo sinceramente que son el futuro, y aportará mucha seguridad a las carreteras, además de comodidad para la gente), pero también hecho en falta los fiables coches de antaño, aquellos que no se estropeaban sólo con mirarles, y aquellos a los que ni siquiera tenías que preocuparte por manguitos, tuberías o termostatos. Aquellos que podías conducir durante cientos de miles de kilómetros, y que cuando te lo comprabas sabías que adquirías un coche para toda la vida. Hoy en día adquieres un coche y no haces más que echarte a temblar cuando empiezas a ver cercano el fin de su periodo de garantía.


| Redacción: Scott Hebron para Revista Coche

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